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Luis de Usoz y Río (1805-1865)

2017. Una exposición en la Biblioteca Nacional y una biografía arrojan luz sobre Luis Usoz (1805-1865), del que ni siquiera se conserva retrato alguno: intelectual del siglo XIX injustamente olvidado. amigo de José Somoza.

  • «Luis Usoz. Historia de un heterodoxo español». ABC.
  • «El enigmático Luis de Usoz y su colección secreta de libros prohibidos». ABC.
  • José Somoza y la Pepa

    Este lunes celebramos el bicentenario de la Constitución de 1812. José Somoza no pudo estar en Cádiz porque debía cuidar de su hermano en Piedrahita, a pesar de que sus amigos liberales lo reclamaban para que participara en la redacción de la Constitución.

    Su amor a la Pepa le lleva a enterrar un ejemplar de la Constitución junto a un árbol del paraje de la Pesqueruela en 1814, cuando se produce la toma del poder por parte de los absolutistas y andan por Piedrahita buscándolo.

    José Jiménez Lozano recuerda a Somoza en uno de los artículos que ha escrito con ocasión del bicentenario, que titula «El sagrado texto»:

    No parece, ciertamente, que se pueda encontrar, en el mundo, un amor tan cándido y ardiente a ninguna ley como el de don José Somoza, a quien se llamó «el hereje de Piedrahita», por la Constitución de 1812. En realidad, fue el prototipo o hasta quizás el único ejemplar de aquellos españoles a los que esa Constitución de 1812 prescribía que fueran justos y benéficos.

    Cuando ésta fue abolida tras «los tres mal llamados años» – aunque fueron bien reales, necios y terribles, pero aquí se pueden desmochar estatuas y siglos enteros a gusto de quien manda–, don José Somoza cogió su caballo y fue hacia una finca de su propiedad, provisto del «Sagrado Texto» de la Constitución, que enterró entre lágrimas y soliloquios de esperanza de su restablecimiento. Y, desde luego, era una buena mayoría la que también hablaba del «Sagrado Texto», pero tal cosa no era más que una mojiganga, mientras que Somoza esperaba, verdaderamente, de la Constitución gaditana una transformación social, a comenzar por un endulzamiento de las costumbres y el final de desafueros como la violencia política o la tortura judicial, aplicada por jueces de señorío hasta en relación con la caza de conejos.

    Pero, desgraciadamente, la Constitución de Cádiz no cumplió las benéficas expectativas del buen «hereje de Piedrahita», que leía cada domingo la homilía de un obispo francés de simpatías jansenistas, sin saber lo que era este asunto, porque él andaba en otras filosofías de la transmigración sidérea de las almas.

    Pero es que había gentes así entre sus amigos, incluso un cuáquero en tierra de garbanzos, que fue diputado por Arévalo, don Luis Usoz y Río, y que seguramente tampoco tenía mucho que ver con la «Sociedad de los Temblones». Los tiempos eran así de difusos y confusos, y fue mala cosa para la Constitución misma.

    Los absolutos decían cosas atroces de ella, pero quizás no hacían más que diagnosticar lo que pasaba, cuando cantaban:

    La Niña Bonita
    que en Cádiz nació,
    el aire de Francia
    mala la pusió.

    Carta a Mesonero Romanos (18??)

    Mesonero recoge esta carta en las Memorias de un setentón: «… transcribiré aquí un párrafo de una carta que don José Somoza, excelente escritor y poeta, amigo y condiscípulo de Meléndez y de Quintana, me dirigió desde Piedrahita, su residencia oridinaria, en contestación a ciertas preguntas que le hacía sobre ese famoso caudillo (Julián Sánchez); decía, pues, así:

      Tienen fama las charras de Castilla no sólo de buenas mozas, sino de enamoradas y sensibles en sus sombrías soledades. En virtud de ese concepto, y por exageración, cuentan (y será cuento estudiantino) que en tiempo de la guerra de la Independencia, cuando los lanceros de don Julián Sánchez, todos mozos del país, defendían la provincia contra los franceses, refería, lamentándose, una madre al fraile de cuaresma los devaneos de una hija con los dichosos lanceros, para que reprendiese a la muchacha. Pero el fraile exclamaba a cada paso: «!Cuánto me alegro yo de eso!» Tantas veces exclamó, que le preguntó la madre por qué razón se alegraba, a lo que contestó el fraile: «Porque no sabía yo que tenía tanta gente don Julián.

    Carta a Juan Alvarez Guerra (1835)

    La escribe Somoza para recomendar a Vicente Santiago de Masarnau:

      Sr. D. Juan Alvarez Guerra

      Piedrahita 20 de Junio de 1835

      Amigo mío: me tomo la confianza (sin pedir a V. perdón) de hablarle en favor de mi amigo el Sr. de Masarnau, que como puede V. ver, parece será propuesto para la cátedra de Química del Conservatorio de Artes. Creoq ue ni como profesor, ni como ciudadano carece de mérito. Por de contado, en cuanto a hombre de probidad i honor me atrevo a quedar responsable.

      Siento haver molestado a V. tan pronto, pero al fin presentar un amigo a otro amigo, pretensión es de mejor aire que cualquiera otra solicitud personal.

      Es de V. sincero amigo

      José Somoza

      No esigo que V. se ocupe en contestarme a esta

    Archivo Histórico Nacional, Diversos, legajo 8, nr. 643. La carta procede de la colección Sanjurjo.

    Una carta su ahijada de José Somoza (1843)

    Esta carta que publico es inédita. Posiblemente esté dirigida a Ramona:

      Piedrahita, 23 de septiembre de 1843

      Querida a(h)ijada: remito a usted esa Aria que tiene para mí, i tendrá para usted, la recomendación de estar (h)echa en memoria de mi hermana i además para que pueda usted comparar la letra de mi traducción con la del original.

      El compositor de la música de toda la ópera que es Don Blas Sánchez Egido se (h)a prestado a ponerla separada para usted a ruego mío.

      Este Blas, que a más de músico, es honrado y bueno, puedo decir que es hijo de esta casa pues su madre fue ama de gobierno nuestra. Su abuela lo fue también en casa de mis padres y su bisabuela en fin, fue la que crió a mi hermana para señas que la Duquesa de Alba ecahara en cara a mi hermana cuando reñía con ella que había mamado la lecha de la señora Catalina que la dormía arpando.

      ¿Sabe usted de quién es primo? De la hija del Contador de Aranjuez que viva la casa por cima de la de usted.

      Que sabe música no tiene duda por confesarlo así los profesores que nunca adulan a los de su oficio. Fue a Madrid a los 11 años y ha seguido la carrera hasta los 28 que tiene de edad. Comenzó el solfeo a los 11 con Moreno, el director del Taetro. A lso 15 con Sidón el de la Capilla ?¿ la composición y piano, hasta los 19 que murió Sidón. Siguió con Córdoba en el piano y en el canto con Rear hasta que dos años hace vino a Salamanca de Maestro del Liceo. !Quién sabe si en dicha ciudad sucederá en mérito al difunto célebre Ouyague! Ya se semeja a él en dos cosas: en no ser apto para nada más y en haber vivido con 400 ducados. Pero no quiere seguir porque dice que no puede estudiar los progresos de su arte y quiere huir a Madrid a dar lecciones o aunque sea a afinar pianos porque como soltero le es indiferente el más o el menos de renta.

      Le verá usted el mes que viene y por eso mando toda esta relación del buen don Blas.

      Es de usted y del ahijado su padrino que quiera usted

      José Somoza

    Archivo Histórico Nacional, Diversos, légajo 8, nr. 643. Colección Sanjurjo.

    Carta a Meléndez Valdés (1811)

    José Luis Cano ha escrito (1966, 8):

    «Lástima que no se hayan conservado sus cartas, sobre todo las que escribió a sus grandes amigas las señoritas -luego señoras- de Acebal de Arratia. Por las pocas cartas que conocemos de nuestro «free thinker» -por ejemplo, la que publica Ruiz Lagos en su libro, dirigida a Meléndez-, sospechamos que podrían ser tan jugosas como las de Moratín»

    La carta a Meléndez Valdés en realidad la publica el Marqués de Valmar a pie de página de su edición de poesía del XVIII, aunque luego la transcribe Ruiz Lagos (1966) que la fecha en Piedrahita (1811):

      Mi estimago amigo y maestro: Con mucho gusto complazco a usted escribiéndole francamente mi opinión sobre su situación actual.

      Es necesario que conozca usted que no es a propósito para esa corte. Tampoco lo fue usted para la de Godoy. Doce años tenía yo cuando V. me recitaba dándome con su dedo en la mejilla:

      !Qué descansada vida
      la del que huye el mundanal ruído! etc.

      Estos eran los principios de usted, que hubiera seguido siempre si a mi señora doña Andrea (sabe usted que se lo he dicho a aella) no se hubiese antojado ser excelencia. Dice que nadie quiere, como ella, a su monsiurito. Pero no sabe quererle si no le aconseja que deje al instante destino y honores. Y con este motivo, y porque también me encarga usted procure alegrarle el ánimo, me ocurre el caso acaecido en una corte de Oriente, como usted habrá leído en los viajeros, y le he de tener la osadía de enviársele en verso.
      Medite usted mi carta, y quiera a José Somoza.

    Los Acebal y Arratia

    Somoza tuvo amistad con ellos, especialmente con Paula del Acebal y Arratia de Huet -casada con José Ma. Huet. Paula tuvo manuscritos de Somoza que le dejó a a Vicens. Huet le dejó también estudiar originales al Marqués de Valmar.

    Juan Antonio Hernández de la Herguijuela tuvo también manuscritos de Somoza.